Ando.
A mi alrededor, el mundo vibra con rebosante vigor.
Delante de mí, la vida avanza, lenta e inexorablemente, para todos aquellos que pisan su sendero, con sus vueltas y giros, sus idas y venidas, sus danzas improvisadas y sus largos caminos.
A mis pies, la vida no existe. Se aparta de mí, huye de mis pasos, o exhala su último aliento.
A mis espaldas, solo queda el hueco de las risas, la felicidad, el amor, el feliz recuerdo de lo ocurrido… hueco que rápidamente ocupan las lágrimas, el dolor, y el llanto que desgarra el pecho.
Duele.
Intento tocar, alcanzar, vivir aquello que hay delante de mí, aquello que mis ojos ven, y que mi corazón anhela, pero es del todo inalcanzable. Mi mano si apenas roza lo que mis ojos le muestran, y se convierte en la estela que dejo tras de mí.
Veo como hay gente que me busca, que precisa mi gélido abrazo, mi roce materno, la paz que ofrezco y de la que yo no dispongo. Miro a esos insensatos que tienen la potestad para decidir.
Observo.
A veces me siento cómodamente y veo cómo la casualidad escribe el destino de algunas personas. Cómo el ser humano, tan benevolente, traiciona a su propia raza a favor de la satisfacción personal.
Estoy atento.
Contemplo las caras felices rodeadas de amigos y familiares, las caras solitarias que miran con recelo desde un callejón o desde lujosas casas, las caras que el odio irracional deforma, las caras deformadas por el odio irracional de la guerra, la pena de las caras que viven la miseria, la paz de los que tienen una vida de la que alegrarse. Las contemplo todas, una tras otra.
Envidio.
Cada una de sus historias, cada uno de sus relatos, aquellos que poseen por el mero hecho de haberlos vivido.
Sus pecados capitales, aquellos que definen sus malos actos, por los que algunos se rigen religiosamente.
Sus virtudes, aquellas que contrarrestan sus pecados y que les permiten la convivencia en armonía.
Su insensatez, su estúpida alegría, su desprecio, su paz interior, su odio, su amor… envidio la polaridad de elecciones que dirige sus vidas, su alta gama de posibilidades y responsabilidades.
Seduzco.
Ofrezco soluciones tajantes a problemas pesados. Traigo la paz interior que las religiones solo son capaces de prometer. Traigo el justo castigo por un módico precio. Traigo la desgracia sobre el dichoso. La alegría sobre el apesadumbrado. Traigo la duda y la gran respuesta.
Pero… ¿y yo?
Soy repudiado por muchos, y amado por otros tantos. La sociedad intenta alejarse de mí, alargando el tiempo que pueden estar sin verme, pero al final siempre se rinden, la Naturaleza juega su papel.
Siempre estoy solo.
Por mucha gente que vea, nunca puedo hablarles, conocerles, reírme con sus alegrías y llorar juntos las penas. Pues yo soy su pena más grande, y gritan y maldicen mi nombre, y derraman lágrimas de rabia por mi culpa, por mis actos, por mi deber.
Son mal vistos los que buscan mi compañía, los que anhelan verme, los que desean conocerme aun cuando solo han oído hablar de mí. Son repudiados por los suyos, reciben miradas ansiosas de los de su entorno, temerosos de que quieran llamarme de nuevo.
Pero es inevitable.
Pues yo soy La Parca, El Segador de Almas, El Fin, La Hora de la Verdad, La Dama de la Guadaña, El Gélido Final.
La Muerte.
Relato que escribi en su dia para Beefeater my friend, para un concurso de relatos cortos en el que solo yo y pino participamos (y pino no puso el suyo por que no quiso, ya que era él el que lo organizaba). Es un minirelato que me quedo muy chulo
Madreeeeeeeeeeeeeeeeee hace cuanto que no actualizo, si es que no hay tiempo para nada, ains madre.
